La profesión veterinaria es tanto hermosa como desafiante. Es increíblemente diversa, con especialidades completas dentro del campo que dificultan abarcarlo todo.
Personalmente, he trabajado en medicina y cirugía de pequeños animales, en medicina de grandes animales, y he participado en investigaciones sobre “Una sola salud” y enfermedades zoonóticas. Aunque todo eso pueda parecer emocionante desde fuera, hace que sea más difícil explicar los desafíos emocionales, las complicaciones y la exigente carga de trabajo a personas de otros ámbitos. Tristemente, el campo veterinario está subestimado en muchas partes del mundo. A menudo escucharás historias gratificantes sobre este trabajo, pero desafortunadamente también vivirás algunas que parten el corazón.
¿Qué se necesita para prosperar como veterinario? En esta entrada de blog, exploraremos formas de afrontar las exigencias emocionales de la profesión, priorizar el bienestar y construir resiliencia mientras se avanza en la sanidad animal.
Ser un veterinario apasionado por su trabajo es algo maravilloso; te hace mejor en lo que haces. Cada caso importa, ya sea una mascota querida, un animal en una granja comercial o uno que pueda transmitir enfermedades zoonóticas a los humanos. Tratas ese caso como si fuera el más importante, y aunque eso te convierte en un gran veterinario, también conlleva una carga mental y culpa: ¿De verdad hice lo mejor que pude? ¿Y si no lo hice? ¿Y si hubiera hecho las cosas de otra manera, el animal habría sufrido menos?
Además, ver a las personas perder a sus mascotas, ya sea por enfermedad o por vejez, suele suceder con un veterinario presente. Y por muy fuerte que seas como persona, eso termina afectándote. Muchas veces ni siquiera puedes explicarlo a los demás porque ni tú mismo lo comprendes del todo.
En momentos como estos, recuerda que no estás solo. Veterinarios en todo el mundo pasan por lo mismo, y como seres humanos, está bien admitir que no te sientes bien y que necesitas un descanso. Escucha a tu cuerpo: si necesitas descansar, hazlo. Conéctate con otros veterinarios que trabajan en tu mismo campo, probablemente estén atravesando lo mismo que tú. Sé quien abra esa línea de comunicación: te estarás ayudando a ti y también a los demás. Tu salud mental importa; no puedes cuidar a los animales si no te cuidas a ti mismo. Recuerda por qué elegiste esta profesión en primer lugar.
Los límites son herramientas fundamentales para todo veterinario, especialmente cuando se trata del equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Si eres veterinario, probablemente ya sepas de lo que hablo: una llamada de alguien con quien no hablas hace años con una pregunta veterinaria, o un cliente que te aborda fuera del horario laboral y te abruma con preguntas o comentarios sobre su mascota o animal.
Aunque estas situaciones nazcan de buenas intenciones, pueden resultar agotadoras cuando solo quieres desconectarte del trabajo y ser tú mismo. Es importante hablar de eso con tus amigos. Y si no es una opción, o a veces temes herir los sentimientos de alguien, puedes decir simplemente que estarás encantado de hablar del tema mañana durante tu horario laboral.
Y si eres amigo de un veterinario, ten en cuenta que a veces estamos cansados y queremos hablar de nuestras vidas personales, no solo del trabajo. Si necesitamos un descanso, sería bonito saber que podemos contar contigo para hablar de otras cosas.
Está bien sentirse culpable por los pacientes. Al fin y al cabo, eres humano. Solo recuerda que también está bien dejar atrás esa culpa con el tiempo. Aferrarte a esos sentimientos no te convierte en mejor veterinario, ni soltarlos te hace menos profesional.
Algunos casos son difíciles y se graban en nuestra memoria. Tengo recuerdos muy vívidos de eutanasias que he realizado, de animales cuyas vidas terminaron en la mesa. Pero esa misma mesa también ha visto nacer preciosos gatitos durante cesáreas. Guarda recuerdos entrañables de visitas al campo donde crías de camello recuperaron el peso perdido por una enfermedad. Son casos que no habrían mejorado si yo no hubiera estado ahí.
Es importante conservar estos recuerdos clave, ya que todos son igual de importantes. En ambos, hice lo mejor que pude, utilizando todo mi conocimiento y experiencia para tratar a los animales. Algunas experiencias no las habría adquirido si no hubiera presenciado casos difíciles en el pasado.
También hay momentos de logro, como un artículo científico que no se habría publicado si un veterinario no hubiera hecho el trabajo duro, ya fuera mental o físico. Todo esto contribuye a una causa mayor: un mundo donde los animales no sufran por enfermedades, gracias a la dedicación de un veterinario que, en algún lugar, hizo el trabajo, salvó vidas en su momento y sigue ayudando a otros a hacerlo.
Al final del día, los veterinarios tienen una de las profesiones más impredecibles y gratificantes que existen. Cargamos con las historias alegres, las lecciones duras y esa profunda sensación de satisfacción que viene de saber que nuestro trabajo realmente cambia vidas.
Aunque nuestros pacientes no puedan hablar, si pudieran, nos dirían cuánto impacto positivo hemos tenido en sus vidas.
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