Resumen
Muchos patógenos usados en programas de armas biológicas son agentes zoonóticos o causantes de enfermedades animales. Su uso tiene consecuencias potencialmente devastadoras para la sanidad animal, la salud pública, la inocuidad sanitaria de los alimentos y las economías. A diferencia de otras armas, los agentes biológicos son naturalmente difíciles de controlar, y los avances tecnológicos actuales, sumados a la inestabilidad mundial, están aumentando el riesgo de uso indebido. Para abordar esta amenaza, se debe aplicar un enfoque distinto al que se aplica a otras armas de destrucción masiva, que además debe basarse en una capacidad de colaboración y acción multisectorial sólida. Aunque los Servicios Veterinarios son actores esenciales en la lucha contra las armas biológicas, su papel sigue siendo subestimado. Se necesita mayor reconocimiento e inversión para garantizar que los Servicios Veterinarios puedan cumplir su función fundamental en la protección contra las armas biológicas.
Desde el siglo V a. C. hasta nuestros días: la creciente amenaza de las armas biológicas
Mucho antes de que se identificara a los microbios como causantes de enfermedades infecciosas, los seres humanos ya los utilizaban como armas. Durante milenios, mucho antes de la aparición de la microbiología y la epidemiología, los guerreros utilizaban, sin saberlo, patógenos como armas. Por ejemplo, en el siglo V a. C., Heródoto describió cómo los escitas sumergían deliberadamente puntas de flecha en una mezcla de carne podrida, heces y veneno de serpiente. Más tarde, en 1346, los tártaros que asediaban la ciudad de Caffa catapultaron cadáveres infectados por la peste por encima de sus murallas para propagar la enfermedad entre los habitantes. También existen registros históricos que relatan numerosos casos de contaminación deliberada de fuentes de agua potable con animales muertos.
Avancemos rápidamente hasta el siglo XIX: la comunidad científica ya había aceptado formalmente la teoría microbiana de las enfermedades, que estipula que los microorganismos, y no el miasma («aire maligno»), son la verdadera causa de las infecciones. Este avance sentó las bases de la microbiología moderna y además marcó el inicio de la guerra biológica, los delitos biológicos y el bioterrorismo modernos [1]. A finales del siglo, las naciones aplicaban estos conocimientos nuevos, así como los avances tecnológicos que permitieron el cultivo y la diseminación a gran escala de patógenos, para elaborar programas estructurados de armas biológicas. En el siglo XX, algunos agentes no estatales también comenzaron a explorar la manera de utilizar este medio relativamente sencillo, pero sumamente disruptivo, para propagar el miedo y el caos [2-5].
Consciente del potencial devastador y la naturaleza incontrolable de los agentes biológicos, la comunidad internacional introdujo dos tratados para abordar la creciente amenaza de las armas biológicas y químicas. El primero fue el Protocolo de Ginebra de 1925 (formalmente, el Protocolo relativo a la prohibición del empleo en la guerra de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos) [6], que prohibió el uso de armas químicas y biológicas en la guerra, pero no impidió que se desarrollaran ni almacenaran. Por consiguiente, durante décadas, varios países continuaron sus esfuerzos de desarrollo de armas biológicas, con terribles consecuencias que se han documentado.
El siguiente hito importante fue la Convención sobre la prohibición del desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas bacteriológicas (biológicas) y toxínicas y sobre su destrucción [7], más conocida como la Convención sobre Armas Biológicas (CAB), que entró en vigor en 1975 como complemento del Protocolo de Ginebra, prohibiendo no solo el uso, sino el desarrollo, la producción, la adquisición, la transferencia y el almacenamiento de armas biológicas y toxínicas. En julio de 2025, la CAB contaba 189 Estados signatarios, incluidos 172 de los 183 Miembros de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) [8].
Muchos patógenos usados, o considerados para su uso, en programas de armas biológicas son patógenos animales o agentes zoonóticos, la mayoría de los cuales son enfermedades de la lista de la OMSA [9], lo cual refleja el impacto considerable que tienen en la sanidad animal, la salud pública, la inocuidad sanitaria de los alimentos y las economías. Estos agentes se encuentran naturalmente en el medio ambiente (como, el Bacillus anthracis, causante del ántrax, que se puede encontrar en pastizales, cementerios y animales enfermos) y también se almacenan en laboratorios veterinarios. Dado que están disponibles naturalmente y los requisitos tecnológicos para su propagación y diseminación son relativamente bajos, resultan atractivos para agentes no estatales, incluso terroristas.
Una estrategia multisectorial es esencial, lo que significa que tanto la Organización Mundial de Sanidad Animal como los Servicios Veterinarios nacionales de sus Miembros desempeñan un papel fundamental en el apoyo a la implementación de los tratados internacionales.
Servicios Veterinarios nacionales y organizaciones internacionales: un enfoque conjunto para el control de las armas biológicas
Para abordar las amenazas de actores no estatales, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) adoptó la Resolución 1540 en 2004 [10], en virtud de la cual, todos los Estados miembros de la ONU deben prohibir y prevenir la proliferación de armas de destrucción masiva (ADM) y sus sistemas vectores a agentes no estatales, como terroristas y grupos delincuentes.
Debido a las características únicas de las armas biológicas, incluyendo su naturaleza inherente de doble uso y su estrecha relación con patógenos naturales, es necesario aplicar un enfoque de control y reglamentación diferente al de otras ADM. Asimismo, una estrategia multisectorial es esencial, lo que significa que tanto la OMSA como los Servicios Veterinarios nacionales de sus Miembros [8] desempeñan un papel fundamental en el apoyo a la implementación de los tratados internacionales.
Los Servicios Veterinarios brindan su apoyo a estos tratados:
- Protegiendo a los agentes biológicos de doble uso y los conocimientos relacionados (es decir, materiales, tecnologías o experiencia que puedan utilizarse para fines tanto pacíficos como nocivos).
- Garantizando la preparación, la detección precoz, la respuesta y la notificación de brotes inusuales de enfermedades animales, en particular aquellos que no corresponden a los patrones naturales.
- Organizando la coordinación entre los sectores de salud pública, orden público y seguridad nacional.
- Contribuyendo a la implementación de los marcos nacionales de bioseguridad.
- Apoyando la cooperación internacional y promoviendo una conducta científica responsable.
- Promoviendo el cumplimiento nacional de los tratados internacionales de no proliferación [11].
Es probable que, hoy en día, los avances tecnológicos y la inestabilidad mundial estén aumentando el riesgo de uso indebido de agentes biológicos, y los Servicios Veterinarios están a la vanguardia de los esfuerzos para prevenir y reducir esas amenazas.
La falta de inversión en los Servicios Veterinarios nacionales fragiliza los marcos de seguridad intergubernamentales
A pesar de desempeñar un papel fundamental en la prevención del uso indebido deliberado de patógenos animales, la contribución de los Servicios Veterinarios a menudo se subestima. Esta omisión puede dar como resultado una inversión insuficiente en sus funciones de seguridad, un reducido nivel de sensibilización entre los veterinarios y la pérdida de oportunidades para integrar los Servicios Veterinarios en los marcos intergubernamentales de seguridad y gestión de emergencias.
Por ejemplo, un estudio de la OMSA reveló que menos de la mitad de los planes nacionales de gestión de emergencias incluye a los Servicios Veterinarios [12]. Sensibilizar sobre su papel fundamental, especialmente entre los actores de seguridad nacional, probablemente elevará su perfil dentro del gobierno. Asimismo, si se define su contribución dentro del marco de la seguridad nacional y mundial, es posible que su repercusión entre los responsables políticos sea mayor.
En varios países, los Servicios Veterinarios ya desempeñan un papel activo en las estrategias de reducción de amenazas biológicas, incluyendo el apoyo a la implementación de tratados internacionales. Algunas de las acciones concretas que pueden realizar son:
- Participar activamente en los marcos de seguridad intergubernamentales.
- Contribuir al desarrollo y la aplicación de estrategias nacionales de bioseguridad.
- Diseñar y poner en práctica planes de contingencia nacionales, incluyendo escenarios de introducción deliberada.
- Sensibilizar y brindar formación al personal de los Servicios Veterinarios sobre los riesgos y la preparación necesaria en caso de amenazas biológicas deliberadas.
- Colaborar de forma proactiva con las fuerzas del orden público y los organismos de seguridad, incluidos los puntos de contacto nacionales para la CAB.
- Contribuir a la preparación de los informes sobre Medidas de Fomento de la Confianza nacionales de la CAB.
Si bien esta lista no es exhaustiva, destaca algunas acciones prácticas que los Servicios Veterinarios pueden llevar a cabo para contribuir al fortalecimiento de las iniciativas nacionales e internacionales de reducción de amenazas biológicas.
Los agentes biológicos se han usado como armas desde hace largos años. Es probable que, hoy en día, los avances tecnológicos y la inestabilidad mundial estén aumentando el riesgo de uso indebido, y los Servicios Veterinarios están a la vanguardia de los esfuerzos para prevenir y reducir esas amenazas. A través de sus acciones de detección precoz, coordinación intersectorial y reglamentación de materiales biológicos de alto riesgo, desempeñan un papel esencial en la protección de la seguridad internacional, protegiendo simultáneamente la sanidad animal y la salud humana.
Traducido del original en inglés.
Imagen principal: ©ChatGPT
Referencias
[1] Carus WS. Bioterrorism and biocrimes: the illicit use of biological agents since 1900. Washington, D.C. (Estados Unidos de América): Center for Counterproliferation Research, National Defense University; 2001.
[2] Aelian. On the Characteristics of Animals. Libro 4, Capítulo 27. Scholfield A, traductor. Cambridge (Estados Unidos de América): Harvard University Press; 1958.
[3] de’ Mussi G. The Chronicle of Gabriele de’ Mussi. In: Horrox R, ed. The Black Death. Manchester (Reino Unido): Manchester University Press; 1994. p. 16-23.
[4] Wheelis M. Biological warfare before 1914. In: Geissler E, Moon JE, eds. Biological and Toxin Weapons: Research, Development and Use from the Middle Ages to 1945. Oxford (Reino Unido): Oxford University Press; 1999. p. 8-34.
[5] Danzig R, Sageman M, Leighton T, Hough L, Yuki H, Kotani R, et al. Aum Shinrikyo: Insights into how terrorists develop biological and chemical weapons. Biosecur. Bioterror. 2011;9(2):150-64. Disponible en: https://www.cnas.org/publications/reports/aum-shinrikyo-insights-into-how-terrorists-develop-biological-and-chemical-weapons (consultado el 3 de septiembre de 2025).
[6] Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas (ODA). Protocolo relativo a la prohibición del empleo en la guerra de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos. Nueva York: UNODA; 1925. Disponible en: https://www.refworld.org/es/leg/instcons/cicr/1925/es/131420 (consultado el 3 de septiembre de 2025).
[7] Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas (ODA). Convención sobre Armas Biológicas (CAB). Nueva York (Estados Unidos de América): UNODA; 2020. Disponible en: https://www.refworld.org/es/leg/tratint/un/1972/es/133302 (consultado el 6 de agosto de 2025).
[8] Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA). Miembros. París (Francia): OMSA; 2025. Disponible en: https://www.woah.org/es/quienes-somos/miembros/ (consultado el 6 de agosto de 2025).
[9] Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA). Enfermedades de la lista de la OMSA. París (Francia): OMSA; 2024. Disponible en: https://www.woah.org/fileadmin/Home/esp/Health_standards/tahc/current/chapitre_oie_listed_disease.pdf (consultado el 3 de septiembre de 2025).
[10] Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Resolución 1540 (2004) [no proliferación de armas de destrucción masiva]. Nueva York (Estados Unidos de América): Naciones Unidas; 2004; 28 de abril. No.: S/RES/1540 (2004). Disponible en: https://docs.un.org/es/S/RES/1540(2004) (consultado el 3 de septiembre de 2025).
[11] Monke J. Agroterrorism: threats and preparedness. Congressional Research Service, RL32521. Washington, D.C. (Estados Unidos de América): CRS; 2005; p. 1-25. Disponible en: https://sgp.fas.org/crs/terror/RL32521.pdf (consultado el 3 de septiembre de 2025).
[12] Nasim A, Attal-Juncqua A, Eia C, Phelan A, Katz R. Inclusion of Veterinary Services in national emergency management plans. Rev. Sci. Tech. 2020;39(2):359-71. https://doi.org/10.20506/rst.39.2.308